RELATO CORTO SOBRE VIOLENCIA DE GÉNERO
Anoche, tragedia en una localidad española, me suena vagamente el lugar, inconscientemente hay cosas que no se recuerdan, que se apartan de la mente. Esa localidad…..
Lo cierto es que a fuerza de hacer olvidar para mitigar el dolor, acabas olvidando también. Intranquilidad.
Esta mañana de camino al despacho una llamada. Me comunican que la madre de la pequeña presuntamente asesinada, es ella. Asombro e incredulidad. Lo primero que hago cuando llego, es cerciorarme. No hay duda. Entonces la llamo.
Hola. Llora. No deja de llorar, también lloro yo. No puedo parar. ¿Ahora qué hacemos? ¿Por quién voy a luchar? Me pregunta. No sé qué contestar.
Ya empezaba a superarlo, ya empezaba a ser feliz y me ha quitado lo más preciado.
Tristeza, profunda tristeza.
Chica valiente, de carácter, llegó un día totalmente hundida, desolada, ingenua, enamorada, dependiente. Hasta antes de ayer su mejoría ha sido increíble. Mucho esfuerzo, voluntad, ayuda, medicación, terapia, amor, ternura. Su hijo, su vida.
No dejo de pensar en ella en todo el día, en qué podría haber hecho, en que podría haber dicho. Miro a mí alrededor y pienso, ¿Qué hago en esta profesión, en este entorno si no somos capaces de cambiar nada? ¿Me habré equivocado? Impotencia, rabia, decepción.
Hablo con su padre, el abuelo. No puede reprimir las lágrimas, yo tampoco. No me escondo, no me importa. Yo también soy humana, además de abogada. También soy hija, soy amiga, soy hermana. Además de abogada, también soy madre.
¿Para qué? Ambos nos preguntamos. Ahora ya, para nada, coincidimos. No puedo pensar, no puedo sentir, no escucho, no oigo, no veo, no quiero ver. Me horroriza el mundo en el que vivimos.
Recojo a mi hijo, le cubro de besos. Extrañado me pregunta ¿Mamá ha pasado algo?
Sigo abrazándole y acariciándole. Se ríe, ¡que pesada estás!
Y pienso, ella no podrá volver a hacerlo nunca.
¿Culpabilidad, inocencia? me pregunto. Qué más da eso ahora.
Incapaz de concentrarme, dejo un recurso para mañana. Me ducho y lloro. Lloro mucho, lloro por ella, por los abuelos, por el pequeño, incluso lloro por mí. Sigo sin creerlo.
Hoy tenía hora de visita. Iba a contarme lo bien que le seguían yendo las cosas, porque le iban bien. Lo estaba superando, me contaría con ilusión que el pequeño habría empezado piscina, sus tardes en el parque, “en la hora del conte” o en sus clases de baile.
Habríamos contado juntas los días, llevaba más de cuarenta días feliz, tranquila, liberada. Empezaba de nuevo a vivir.
En lugar de eso, en estos momentos, estará velando el cuerpo de su pequeño, de seis años, cuatro meses y una semana, como creo recordar que me ha mencionado una madre destruida, derrotada, acabada.
Ironías de la vida, mañana debo defender a un presunto maltratador. Ironías de la vida, tengo el convencimiento, y no me importa decirlo, que es un hombre inocente, víctima de una denuncia falsa, como otras tantas existen que lo único que consiguen es ponérselo aún más difícil a la autenticas víctimas de la violencia domestica.
No me considero machista, y tampoco feminista. Me considero ética y moralmente equilibrada, tanto daño hacen las víctimas reales como los condenados inocentes.
Todo forma parte de una maldad inmensurable. No importa si es hombre o mujer, no importa si es adulto o una personita que apenas empieza a vivir. Lo importante aquí es la crueldad, el egoísmo, la maldad.
Legalmente, jurídicamente hoy, me reservo mi opinión. Porque hoy no habla una abogada, hoy habla una madre, una amiga, una hija, una compañera o una conocida.
Bendita profesión, maldita profesión. VIOLENCIA DE GÉNERO.
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[…] los términos, al hablar de las denuncias falsas que, supuestamente, presentan mujeres que sufren violencia de género con las condenas absolutorias de los agresores de las mismas, por retirar la denuncia o no […]